Friday, April 28, 2006

Debuté como periodista de deportes en La Afición!!!



“El éxito fue rotundo”, asegura Shane Wolf, director de ventas de Nike de México.

“El nuevo jersey de la Selección Mexicana de Futbol apenas fue lanzado al mercado a mediados de febrero y dos semanas después ya se había agotado una primera remesa de 20 mil prendas”.

Y es que, ya con el plantel definido, la nueva “piel” de la selección mexicana es parte fundamental de la estrategia de la compañía de artículos deportivos más importante del mundo, en un año de ensueño donde vestirá a ocho de las representaciones que disputarán el Mundial Alemania 2006.

En entrevista, el directivo de Nike comenta que desde 1971, la firma fundada por Phil Knight comenzó a confeccionar zapatos de futbol en la planta de Calzado Canadá en Guadalajara, Jalisco. Sin embargo, no fue hasta el mundial de Estados Unidos 94 cuando creó una división dedicada exclusivamente al deporte más popular de todo el mundo.

Desde entonces, la estrategia de la firma ha sido emprender un importante esfuerzo en campañas publicitarias, de marketing, desarrollar productos cada vez más tecnificados y, particularmente, patrocinar a algunos de los equipos más emblemáticos de los países donde tiene operaciones.

De esta forma, en Argentina ya tiene el Boca Juniors y al Racing de Avellaneda; en España tiene al Valencia y al FC Barcelona, donde juega el mexicano Rafael Márquez; en Inglaterra tiene al Manchester United y al Arsenal, y en México tiene al América y a la Selección Nacional.

“En el año de 1994, el negocio de futbol representaba para Nike 40 millones de dólares. Ahora, en el 2006, esperamos terminar el año con aproximadamente 1.5 billones de dólares”, estima Wolf.

Este mundial “es en el que vamos a tener mayor presencia en la historia, vamos a tener a ocho equipos en la cancha” ya que además de México, vestirán a los representativos de Brasil, Holanda, Portugal, Estados Unidos, Corea del Sur, Croacia y Australia.

“Vamos a llegar al mundial con el mayor nivel de facturación que hayamos tenido en el negocio de futbol y creemos que eso nos va a poner en el primer lugar de ventas en este deporte”.

Shane Wolf comenta que México es un mercado fundamental dentro de las operaciones de Nike. El país ha asistido a las copas del mundo, de forma ininterrumpida, desde 1994 y tiene un potencial importante hacia el futuro.
“Otro gran atractivo es que el consumidor mexicano no necesariamente está en México. La presencia latina en Estados Unidos es muy importante, es un consumidor que es muy importante atender y por eso estamos con el América y la Selección Nacional”, sostiene.

Los números así lo establecen: Aprovechando la copa del mundo, este año Nike espera vender 2.5 millones de camisetas en todo el mundo “y sin duda el mercado mexicano es de los más importantes”.

Por ser una empresa que no cotiza en los mercados bursátiles, Nike Futbol no proporciona el detalle de sus operaciones. Sin embargo, Wolf comenta que el 80 por ciento de las inversiones totales que hace la firma en el país corresponden a este deporte, así como el 55 por ciento de su facturación.

Sobre el uniforme de la Selección Nacional, el directivo reconoce que, en el pasado, la política de Nike era elaborar solamente un modelo y luego modificar los colores según el país. La misma playera era amarilla en Brasil y verde en México.

Sin embargo eso ha cambiado y ahora el modelo de cada nación es exclusivo y retoma varios elementos de su historia y cultura. El mexicano en particular cuenta con una espiga en color blanco donde se ubican imágenes de Ehécatl, dios del viento para los aztecas. Además, los números de los jugadores fueron inspirados en la característica tipografía empleada en el mundial México 70 y en juegos olímpicos de México 68.

El llamado “Jersey Premium”, que es el original empleado por el equipo mexicano, es manufacturado en Marruecos y a pesar de tener un precio de casi mil pesos en almacenes y tiendas deportivas “el producto de agotó en las primeras dos semanas; fue una remesa de 20 mil prendas”.
Se trata, de acuerdo con el directivo, del uniforme tecnológicamente más avanzado con el que cuenta la compañía en todo el mundo.

Sin embargo también se ha puesto a la venta una versión no tan adelantada, esa sí fabricada en territorio nacional, de las cuales se desarrollarán hasta 1 millón de piezas.

Finalmente, Shane Wolf resumió los planes de Nike para México: “Vamos a mantener nuestro nivel de inversión en la categoría de futbol; tenemos metas que queremos lograr y eso implica invertir en más productos y en jugadores que queremos patrocinar. Siempre vamos a tener interés por los equipos más importantes y, aunque de momento estamos enfocados solamente en el América y en la Selección Nacional, siempre estamos abiertos a ver nuevas posibilidades”.

* Contraportada de La Afición del 26 de abril de 2006

Monday, April 24, 2006

Factor de Riesg present a Raú en Catalonya



Después de algunas semanas en el limbo, aquí presento algunos textos elaborados durante mi más reciente viaje -que no el último, ni por asomo- a la ciudad condal de Barcelona. En la gráfica Diana, un servidor y Vate, en una panorámica de la ciudad desde el Castell de Monjuic. (Na pet, Na pet, dijo el Padrinokles)

Sunday, April 23, 2006

La sombra de mi viento




Conocí a don Daniel recorriendo las calles del Barrio Gótico de Barcelona.

Caminaba despacio.
Su diminuta silueta se perdía en un mar de turistas.
El poco cabello blanco me recordó a mi padre
a tristes tiempos ya pasados, muy lejanos.

Cuando pasó junto a mí, sin saber por qué, lo saludé con una sonrisa.

¿Usted no es de aquí, verdad joven?

Le hablé de la ciudad,
de lo impresionado que me encontraba recorriendo esas calles.
Él me tomó del brazo y me dijo que, si no tenía nada mejor que hacer, podríamos recorrerla juntos.

Así pasamos por la cetadral, hablamos largo y tendido en la Plaza del Rey y le pedí a algún turista que nos tomara una fotografía juntos en la entrada de la ciudad romana.

Como todas las ciudades viejas, Barcelona es una suma de ruinas. Las grandes glorias de las que se vanaglorian muchos, palacios, factorías y monumentos, insignias con las que nos identificamos, no son más que cadáveres, reliquias de una civilización extinguida.

Me contó su historia por las calles del Raval, por Las Ramblas y no paró hasta que llegamos a La Pedrera.

En su momento decían que era una torta, que nadie viviría aquí ni aunque le regalaran el alquiler. Vea ahora Raúl, la gente paga ocho euros por entrar a conocerla.

Quiso seguir hasta la Sagrada Familia.
Venga, que aquí hay un rincón secreto que ofrece la mejor vista de Barcelona.

Subimos hasta el puente que une a dos de los campanarios de la fachada de la Natividad.
Ahí me dejó un momento.
Solo.
Dijo que después yo entendería.
Nunca antes había sentido un vértigo similar.
El viento recorriéndome la espalda.
Mi cabeza dando mil vueltas.
Cerré los ojos.
Respiré muy profundo, como queriendo llevarme la ciudad entera.
Pasaron uno o mil minutos.
El fantasma de Gaudí conmigo.

Le pedí conocer la Villa Olímpica.
En el pasado eran barrios de obreros y pescadores,
de vez en cuando los sorprendía la lluvia ácida.
Hoy las torres y esculturas eran símbolos de la modernidad.

Nos sentamos en un antiguo muelle y le hablé de mi tierra
cada día más lejana.
Después pasaron uno o mil minutos sin que alguno de los dos hablara.
El golpe de las olas del Mediterráneo nos dejó mudos.

Finalmente llegamos a la Plaza de España.
Me perdí en sus fuentes.
"Aquí todos somos niños, ¿verdad?"

Al poco tiempo llegó un hombre con una niña y un niño de la mano.
Mire Raúl, le presento a mi hijo Julián. Estos dos pequeños son mis nietos Miquel y Penélope. Ahora debemos retirarnos, mañana este par de diablillos tiene una cita en un lugar del que no le pueden decir nada a nadie.

-¿Ni siquiera a la abuela? Soltaron al mismo tiempo.
-Claro que sí, con la abuela no tenemos secretos.

Así se fueron caminando, hasta que terminaron por perderse entre la gente.
Yo permanecí ahí uno o varios minutos.
De pronto sentí como alguien se paró a mis espaldas.
Reconocí esa profunda voz.

Esta ciudad es bruja, ¿Sabe usted Raúl? Se le mete a uno en la piel y le roba el alma sin que uno se dé ni cuenta.

Giré rápidamente para darle la razón
pero no había nadie detrás de mí.
Nadie.


* Inspirado en La Sombra del Viento de Carlos Ruiz Safón. En agradecimiento a Diana y Vate por el mejor regalo de cumpleaños en muchos muchos años.

Thursday, April 20, 2006

El Barsa y los balones del niño Raúl



Desde que era pequeño siempre tuve una extraña fascinación por los balones de futbol, particularmente por los antiguos, esos que parecen pelotas de voleibol pero de cuero color café.

Es como si en alguna vida pasada yo hubiera sido un futbolista profesional y aquellos esféricos me recordaban otros tiempos, otros lugares que tal vez llevo conmigo escondidos en el ADN.

Por muchos años busqué dónde pudiera adquirir una de esas reliquias, pero todo fue en vano. Tuvieron que pasar casi dos décadas para que la marca Umbro se decidiera a sacar una edición conmemorativa del Mundial Inglaterra 66, la cual no tuvo muy buena recepción entre el público. Pero eso a mí no me importaba.

Pagué casi 300 pesos por uno de los pocos que había en Deportes Martí. Llegué a mi casa como un niño codicioso que acababa de robar una dulcería y, ya en la intimidad de mi habitación, pude apreciar por largo tiempo uno de los tesoros más importantes que aún conservo.

El segundo balón creo que me encontró a mí. Yo caminaba por una de las aceras de la Sagrada Familia en una soleada tarde de la capital catalana, cuando me topé con lo que también podría considerarse uno de mis sueños dorados: una tienda exclusiva de artículos del Football Club Barcelona... el mismísimo Barsa.

Ese equipo había estado, sin temor a exagerar, toda la vida conmigo. Todavía recuerdo la final del Mundial España 82; esa tarde habíamos organizado una gran comida en casa con mis compañeros de los Pumitas y vimos a Italia coronarse campeona del mundo. Mi padre, como siempre, había apostado por el equipo equivocado: Alemania. Barcelona, una de las principales sedes del torneo, se convirtió entonces en una ciudad mítica para mí.

Al poco tiempo llegó a mis manos un libro titulado “Los Juniors de Erick” que contaba la historia del checo Erick Castell, supuesto jugador para el Barcelona. También podía sentarme por horas a escuchar a Gabriel Chávez -padre de mis amigos Gabriel, Jorge y Víctor, y una de la personas más cultas que conocía hasta el momento- quien me hablaba del club y de figuras como el mítico Enrique Castro “Quini” que había sido secuestrado para que Barsa no fuera nuevamente campeón.

A mí me nació la conciencia en esos años. El presidente José López Portillo daba golpes en el estrado durante su último informe de gobierno, mientras yo veía las imágenes desde el Camp Nou y escuchaba las historias de Quini, Johan Kruiff y del club que entonces pasaba por uno de sus tantos periodos dorados.

Para 1985 vivieron mis problemas. Hugo Sánchez –el único de mis ídolos que todavía admiro, y mucho- enfilaba al Real Madrid y me habían dicho que se podía estar con Dios o con el Diablo, pero nunca con los dos al mismo tiempo.

Era un pena que el propio Barsa hubiera rechazado tener a Hugo, el mejor centro delantero de todos los tiempos, entre sus filas. Él mismo le dijo a los directivos, muy a su estilo, cuando aún jugaba en el Atlético de Madrid, que podían aprovechar y ficharlo de un vez. Pero el club se negó y cuando el Barcelona volvió acercarse nuevamente, él sólo les contestó: “Se los dije. Ahora hay un compromiso con el Madrid y no me iría con ustedes aunque ofrecieran más dinero... no es una cuestión de dinero, sino de compromiso”.

En los recreos del colegio escenificábamos esos clásicos Real Madrid-Barcelona, donde yo prefería ubicarme en el bando de los Bern Schuster y Steve Archibald.

En el Estadio Olímpico México 68 compraba ejemplares de la revista española Don Balón, que tenían casi un año de retraso, sólo para leer artículos que encabezaban a plana completa: “Quini, el mejor”.

Pasaron muchos años, para que un 21 de marzo de 2006, yo pudiera estar en la tribuna del Nou Camp enfundado en un jersey blaugrana.

Mi amigo Vate y yo habíamos tenido que saltar indistintamente del camión al trolebús para llegar al estadio. Luego subir por unas escaleras –sí, escaleras, no rampas como en el Estadio Azteca que facilitan el ascenso hasta lo más alto del graderío- que por poco hacen que me sofoque mientras escuchábamos que el Getafe acababa de marcar el 1-0.

“Madrid, cabrón; saluda al campeón”... Era el grito con el que me recibió la tribuna del Camp Nou y yo me sumaba alegremente al festejo por un campeonato más.

Ya dentro, el espectáculo tiene por número el 10 y tiene el nombre de Ronaldinho. Nunca en toda mi vida había visto a un jugador correr todo un partido como él lo hace, bajar a la media cancha a recuperar balones y eslabonar los ataques, desbordar por una banda y la siguiente jugada hacerlo por el carril contrario.

“Madrid, cabrón; saluda al campeón”.

“Es normal Vate: tu cumpleaños es el 20 de marzo, el de Ronaldinho es el 21 y el mío el 22”, le dije mientras me empapaba del ambiente del Camp Nou. Familias enteras en la tribuna, mujeres de todas las edades que, por si fuera poco, estaban perfectamente enteradas del equipo e incluso sabían mucho más que varios hombres que conozco y se precian de ser periodistas especializados.

“Madrid, cabrón; saluda al campeón”.

No pude ver al defensa mexicano Rafa Márquez en acción. Justo dos días antes se había lesionado por la carga de trabajo, según los médicos, pero yo estaba seguro que tenía algo que ver su falta de concentración y de ritmo causada por la reciente separación de su esposa, la actriz también mexicana –Adriana Lavat- y su supuesta vinculación con la modelo –puras mexicanas estando en Europa, ¡chingao! Algunos no dejan de ser rancheros nunca- Jaidy Mitchel.

“Madrid, cabrón; saluda al Tiburón”.

Cambié la letra en honor a mis Tiburones Rojos de Veracruz. Cuando soñaba con ser un futbolista profesional, iniciaría mi carrera en los Pumas de la UNAM, de ahí pasaría al Barsa, luego al Ínter de Milan y finalmente me retiraría jugando para el cuadro jarocho. Las lesiones y el hartazgo por la corrupción en el futbol mexicano me cambiaron la perspectiva.

Samuel Eto’o las mete todas. La lente de mi cámara de video capta los dos goles con los que el camerunés consigue dejar un 3 a 1 final, así como la fuerza de Carles Puyol, por mucho el líder de la defensa blaugrana.

La noche es perfecta. Luego de años sin ver a mi amigo, ahora los dos nos festejamos en la tribuna del Camp Nou. La gente está más que contenta por el resultado y un niño más ha cumplido uno de los tantos sueños que ha forjado en el camino.

Con todo esto dándome vueltas en la cabeza y transpirándome por la piel, pagué los 30 euros por un balón, así de los viejitos que me gustan, conmemorativo del 24 de septiembre de 1957: día en que se inauguró el Camp Nou.

Ya de vuelta en México el niño codicioso volvió a resurgir mientras colocaba mi nuevo balón junto al de Inglaterra 66. La colección está creciendo.

Foto y fotoarte americanista: Gerardo "El Arqui" Mosqueda con el celular del propio Vate.

Sunday, April 02, 2006

"¡España no existe, con una chingada!"




Por alguna extraña y bizarra razón, cuando vamos cruzando el Río Ebro rumbo al pueblo Mirabet, al sur de Cataluña, recordé a mi maestra Graciela del primer año de primaria.

Todos los lunes por la mañana, mientras teníamos la ceremonia de Honores a la Bandera, la señora de cabeza plateada y unos 70 años a cuestas no nos dejaba subir a nuestros salones si primero no gritábamos a todo pulón (y el suyo lo era a pesar de la edad):

-¡Viva México!
-¡Viva España!
-¡Viva la Madre Patria!

Y así crecí yo. Toda mi vida fui educado pensando en España como esa Madre Patria que nos había legado el idioma, en primer lugar, y con ello la posibilidad de concebir al mundo, entenderlo, interpretarlo, recearlo y comunicarlo.

Me nutrí también de reflexiones como la de Simón Bolívar en el Museo del Templo Mayor del Centro Histórico de la Ciudad de México: "No somos indios, no somos españoles". Pero somos los dos en partes iguales, añadía yo viendo a un grupo de danzantes prehispánicos en el Zócalo capitalino.

Fui educado en una escuela -el glorioso Colegio Ciudad de México y su Escuela Campestre- fundado por los niños huérfanos de la guerra civil que fueron acogidos cariñosamente por el presidente Lázaro Cárdenas en Morelia.

La llevamos en apellidos como Ávila, Oviedo, Palencia, León y Lebrija, por mencionar algunos.

Por eso, un par de botellas de vino tinto navarro, una del licor vasco llamado Orujo y casi un six de cervezas (que son las que yo recuerdo) después, le confieso a mi nueva amiga Susana que estoy en estado de shock al darme cuenta que España, simple y sencillamente, "no existe".

Llegar hasta este hermoso pueblo, resguardado por un castillo medieval de la orden templaria, no fue para nada fácil. Alguien me había dicho que viajar por Iberia era considerado como un deporte extremo y que tendría suerte si mi equipaje terminada retenido en Madrid, cuando mi destino final era Barcelona... Pero no hice caso, grave error.

Abordé el avión temblando por el estrés y la tensión acumulada a lo largo de varios meses de crisis familiares, laborales y amorosas, que estuvieron a punto de estallar. Sólo pude calmarme gracias a una pareja de viejitos franceses que estaban maravillados por su reciente visita a la ciudad de Morelia.

Llegué a Madrid -donde debería conectar hacia Barcelona- a eso de las 10:00 de la mañana, pero el vuelo que debería salir a las 11:00 no despegó sino casi a las 14:00.

El agente de migación, cuando vio mi pasaporte, me dijo sin ninguna intención o emición: "Usted no ha estado nunca en Cataluña".

Yo le respondí: "¿Me lo está preguntando, me lo está informando o me lo está recriminando?"

-¿Tiene una carta de invitación?
-Fíjese que no. El pedo es que el que se invitó sólo fui yo. Pero si me presta una computadora le enseño el correo donde le aviso a mis amigos que ya vengo en camino. Le juro que sí me están esperando.

Ya en el carrusel del equipaje en Barcelona, efectivamente, mi maleta -y una más llena de curiosodades mexicanas para mis amigos Diana y Vate- no apareció. "¡Que están en Madrid!", me dijo el encargado de "servicio" al cliente.

Gracias al altruismo de mis amigos no fui empacado desde el mismo aeropuerto en la "Furgo" -término español para furgoneta, camioneta, troca y similares- para tomar unas dos horas más de carretera hacia el poblado de Mirabet, ubicado muy cerca de la ciudad de Tarragona, todo en el sur de Cataluña.

La salida la hicimos a la mañana siguiente, con mi amigo Oriol al volante; yo estaba un poco más descanzado, pero con un doloroso nudo a la altura del cuello que me impedía girar la cabeza hacia mi lado izquierdo.

Un par de horas después estábamos cruzando el Ebro en una pecuilar barca, para más adelante reunirnos con una banda conformada por cerca de 20 "Furgos" más, procedentes de ciuadades como Zaragoza, de todo el País Vasco y de Barcelona.

La onda resultó muy divertida. Cada determinado tiempo, estos compas que se conocieron en Internet deciden pasar un fin de semana en algunas ciudades de la geografía española a bordo de sus camionetas. Ahí pernoctan y organizan también una comida tradicional con los principales platillos de la región.

Uri -como llamamos cariñosamente a Oriol, a su vez novio de Ana, hermana menor de Vate- me había enseñado a comer un tradicional plato catalán llamado "Calzots" que por mucha explicación y alabanza no dejaba de verlo como una cebollota de cambray.

El chiste es que la cebolla es untada en una deliciosa salsa -la mitad de la cual termina en tu ropa- y así te puedes zampar unas 30 o 40 sin ningún problema.

Fue en esa comida comencé a entender por qué España no existe. Por un lado estaba la delegación vasca que, si les hubiéramos puesto casco y una espada, juro por mi madre que serían el ejército del Cid. "¡Estos cabrones son totalmente mediavales, no manches!" le explicaba a mi amigo Vate quien batallaba con su Calzot.

En otra esquina estaba los "maños"; es decir, los de Zaragoza. Recordé las palabras de Enrique Bunbury, según el cual "El Eje" estaba conformado precisamente por Zaragoza, la Ciudad de México y Buenos Aires.

Quique, el "maño mayor" habla hasta por los codos y con unos dos o tres porrones de vino encima ya me cuesta trabajo seguirle la conversación. Pero qué buenos amigos ya nos habíamos hecho, chingao, y entre los amigos las palabras sobran.

La mezcla de acentos era impresionante. La visión de la tierra y de sus regiones es tan radical que un par de botellas de vino tinto navarro, una de licor vasco llamado Orujo y casi un six de cervezas (que son las que yo recuerdo) después, le confieso a mi nueva amiga Susana que estoy en estado de shock al darme cuenta que España, simple y sencillamente, no existe.

En México nos educaron a ver a España como la Madre Patria, pero aquí nadie habla de ella. Antes que cualquier otra cosa, unos son catalanes, los otros vascos y los terceros maños... pero español, ninguno.

Yo les hablaba entonces de Benito Juárez. Hace 150 años él se había enfrentado al mismo problema: reconocer a los pueblos indígenas con sus usos, costumbres y lenguas, o romper con todo aquello para integrarlos a todos a la nación mexicana, con un solo idioma, sistema jurídico y una misma bandera e identidad.

Sigo pensando -a pesar de lo que digan los defensores a ultranza de la materia indígena- que la decisión de Juárez fue la correcta. Terminó con los regionalismos y ayudó a conformar el país que hoy se llama México. Por eso es el padre de la República y del Estado Mexicano, ni más ni menos.

Por eso hoy todos nos asumimos como mexicanos y no decimos que, antes de eso, somos jarochos, campechanos, del Bajío, monterreyenos y demás.

Pero aquí no pasa lo mismo. Uri me explica que él es, única y exclusivamente, catalán. Incluso me advierte que si le llamo español se va a "encojonar" y que no hay necesidad si estamos chupando tranquilos a la orilla del Ebro.

De los vascos, ni hablar. Ese sentimiento -en su concepción más radical, por su puesto- es el que llevó a un grupo de desadaptados a conformar una organización separatista como Euzkadi Ta Azkatazuna (ETA) para transformarse en un país con plenos derechos.

Incluso, cuando muchos inmigrantes llegaron a nuestro país, mantuvieron esas diferencias. Hagamos memoria y prácticamente ninguno de los grupos de "españoles" en México se asumieron como tales. Ahí están los asturianos -a riesgo de equivocarme, la primera minoría-, los gallegos e incluso castellanos.

Zacatecas fue en una época Nueva Galicia y al norte está el Nuevo Reino de León, con su capital en Monterrey.

Así pues, le digo entonces a Susana, digna integrante de la banda furgonetera, que he llegado a la conclusión de que España no existe y que es solamente un invento para poder cohesionar de alguna forma -política y económica- a todos estos países que se ubican en un territorio entre Portugal y Francia.

Pero España, como tal, no existe. Esa Madre Patria de la que me habló la maestra Graciela hace casi 25 años, es un sueño nada más. Me engañó la condenada viejita.

"Anda Raúl, que ya estás demasiado borracho", me dice Susana mientras amablemente pone una cerveza más en mi mano y destapa la suya. "Sí, pero estamos chupando bien aguuuusto ¿no?".

Con cariño para Ángeles Castellano... ¿y tú qué eres, por cierto?

Mis fotos favoritas del viaje