Sunday, February 19, 2006

U2 y la mejor noche en el pasto sagrado del Azteca



¿Alguien tiene, por mera casualidad, alguna duda de que U2 es hoy -y por mucho- la mejor banda de todo el mundo?
Tal vez The Beatles haya tenido una mayor trascendencia en el tiempo, pero la agrupación no tuvo si quiera una década de vida. Aquí hablamos de más de 25 años de trabajo, 14 discos y una madurez musical y discursiva que promete un largo futuro todavía.
¿Alguien tiene alguna duda de que Bono es, sin duda, el líder global más importante de la actualidad? ¿Hay alguien que esté haciendo tanto como él por una mejor integración de las naciones menos favorecidas a la globalización y el desarrollo?
Nadie más ha acudido a las Naciones Unidas para demandar la condonación total de la deuda externa de los países africanos, como una condición sine qua non para la erradicación de la pobreza el y hambre en el mundo.
Ninguna estrella más habla de la necesidad de establecer un comercio justo a nivel mundial y de evitar que las grandes transnacionales -el poder real en un mundo globalizado- exploten a todo tipo de pequeños productores a lo largo del planeta.
Su nominación al Premio Nobel de la Paz no es fortuita. Es algo ganado a pulso por años y años de trabajo como miembro de la banda de protesta -género ya desaparecido o en transformación, quisiera pensar- más grande en toda la historia.
Nadie más. Nadie más está haciendo tanto porque este mundo sea un mejor lugar para todos.
Y todo esto viene a mi cabeza la noche de 16 de febrero de 2006 en el Estadio Azteca de la Ciudad de México.
Sin duda, el mejor concierto que haya visto territorio mexicano desde que a principios de los ochentas viniera Queen a Puebla, Carlos Santana a León o Rod Stewart a Querétaro.
Ni siquiera Peter Gabriel consideró a México como un foro con la importancia suficiente para presentar lo mejor de sus giras Real World y Growing Up. Nadie ha traido al país la cantidad de quipo ni un espectráculo de la calidad de Vertigo de U2.
Nadie más ha cambiado la letra de una canción como Beautyfull Day para hablar del resurgimiento del Cancún devastado por el huracán Wilma. Nadie más ha utilizado una canción como Pride (In the name of love) como preámbulo para recordarle al pueblo mexicano la Declaración Universal de los Derechos Humanos... Nunca como hoy era tan necesario escucharla y recordarla.
¿Alguien tiene alguna duda del amor de U2 por México? ¿Acaso Bono va a cada país y se pone a recitar la letra de alguna canción tradicional como lo hizo hoy con "El Rey" de José Alfredo Jiménez o hacer una pausa también en Beautyfull Day para poner al Estadio Azteca a "Cielito Lindo"?
No señores. Esto no pasa todos los días. Estamos presenciando el mejor concierto en la historia del país, a cargo de la mejor banda que existe hoy en el mundo entero. Así de fácil se dice.
¿Alguien tiene alguna duda de que el único pasto sagrado que existe en el mundo no está en Wembley, Inglaterra, sino en el Estadio Azteca de la capital mexicana?
Hagamos memoria: ¿Cuál ha sido la mejor selección de futbol de todos los tiempos? Por supuesto que el Brasil de 1970 -con Pelé, el mejor de todos los tiempos, en su mejor momento- que se coronó precisamente en esta cancha.
Pero algunos dicen que el mejor no es Pelé, sino Diego Armando Maradonna. Bueno, pues él también se coronó en esta cancha en 1986. A ese sí lo pude ver. Vi clarito el gol con "la mano de Dios" y más tarde como levantó la copa del mundo.
¿El mejor gol en la historia de México, anotado por el mejor mexicano de todos los tiempos? Hugo Sánchez, en esta cancha. La voz de Ángel Fernández gritando "un gol fantástico" sigue en mi cabeza desde entonces.
¿El mejor gol de toda la historia de los mundiales? El de Manuel Negrete, aquí también en 1986. Así es, mis muy quiridos hijos de la chinagada -y me pongo de pie recordando a Octavio Paz-. Si en el mundo hay un pasto sagrado, es éste y ningún otro.
A las 4:0o0 de la tarde que entré a la cancha con mi hermano Sergio, un joven se me acercó y me dijo: "Me voy a ver muy pinche naco, pero yo quiero tocar este pasto". "Pues un mexicano jamás orina solo, así que vamos a ser dos nacos, güey".
Este estadio canta todo. Celebra todo. Aplaude canciones de diez de 14 discos y veo a más de uno que se emociona hasta las lágrimas entonando canciones com With or without you. Y cómo carajos no, si esta banda ha sido el sound track de nuestra existencia.
Bono incluso recuerda aquella frase de Juan Pablo II en una de sus tantas venidas a México. "México sabe cantar, pero más que todo México sabe gritar".
Cerca de las 12 de la noche el cuerpo ya no resiste el cansancio provocado por casi siete horas de pie. La anécdota del concierto se la llevó mi hermano Ernesto, que la cuenta mientras vamos dejando la cancha del Coloso de Santa Úrsula.
"Me moría de ganas de mear, pero ya no me podía mover por tanta gente. Así que en el segundo intermedio, cuando se apagaron todas las luces, agarré el vaso de mi chela y que me pongo a mear... No manches ¡era como estar sirviendo un capuchino! Ya luego puse el vaso en el suelo, pero mi vieja lo pateó y que se moja todos sus zapatos".
Mi hermanito me robó así el privilegio de tener la peor anécdota de la noche: la chica a la que quería invitar al concierto -al grito de "con esto sí cae"- fue la que terminó revendiéndome los boletos en 1,300 pesos cada uno. "¿Y siempre sí la invitaste?", me preguntan. "¡Claro que no! ¡Dignidad compañeros, dignidad. Con una chingada!".
Yo sigo recordando. Mi mente regresa a 1982 cuando el recién entrenado MTV tocaba videos como Sunday Bloody Sunday y New Years Day y yo podía sentarme por horas frente el viejo televisor Hitachi del cuarto de mis padres.
Recuerdo que en 1983 llegó a mis manos el disco de acetato de October. Juro que desde entonces el sonido que logra la guitarra de The Edge no lo vuelto a escuchar en ningún otro grupo.
Recuerdo discusiones interminables en la secundaria y la prepa, porque mi amigo Santiago Espejel no aceptaba mis argumentos ni los de José Antonio Martín, quienes asegurábamos que U2 era mucho mejor que INXS.
Recuerdo el primer concierto de la banda en México, en el Palacio de los Deportes. En aquel entonces un vecino de nombre Carlos me vio la cara de estúpido vendiéndome un par de boletos "de hasta abajo, me cae que sí son de hasta abajo". Cuando llegué a mi lugar junto con mi entrañable amigo Joaquín Corres -también en el estadio, pero sabrá Dios en qué zona- estábamos literalmente en la última fila del foro.
Gran parte del concierto la pasamos de pie, recargados en la barda donde terminaba el Palacio. Él, con la cabeza incrustada en uno de los picos de cobre del lugar, parecía un alegre cantonés.
Mi venganza fue que el tal Carlos perdió el dinero que le pagué por los boletos y su hermano mayor -el poseedor original de las entradas- le puso una madriza memorable. Me tuvieron que detener los rudos bándalos de Culhuacán para que no lo golpeara yo también.
Recuerdo también los conciertos de hace ocho años en el Foro Sol. Nunca pensé que esa experiencia pudiera ser superada en alguna forma... y qué equivocado estaba.
En aquella ocasión la gente seguía la batería de Larry Mullen Jr. prendiendo sus encendedores en un espectáculo que terminó inmortalizado en uno de los mejores videos en vivo de U2. Hoy, Bono le pide a México revivir esa escena, pero empleando las luces de sus teléfonos celulares. Este es el preámbulo para One, canción que será el himno del grupo ad infinitum.
Mi mente regresa al momento más significativo del concierto. Bono utilizando Sunday Bloody Sunday para decir... Chiapas no more! Y tiene toda la razón. Esa canción se conviertió esta noche en el canto de guerra contra la discriminación que se vive en todo el país. Nunca más la marginación, el abandono, la corrupción, el subdesarrollo, la violación de los derechos humanos.
El vocalista incluso habla del sueño mexicano-irlandés... Nunca más, nunca más, chingada madre.

Con las luces apagadas, con las pantorrillas y los riñones apunto de estallar, dejó el auténtico pasto sagrado de todo el mundo. Respiro hondo, muy hondo. Veo por última vez la gigantezca tribuna que no veía desde que, como un niño de 12 años, desfilé en la inaguración del Mundial 86 como parte de la selección de Marruecos.
Quisiera que mis pasos fueran más lentos. Salgo del Estadio Azteca y pienso... sólo pienso en ser una mejor persona.

* Fotos tomadas de El Universal, porque las de mi celular estaban un tanto lejos de la acción.